De alguna forma, los jugadores son los participantes más fáciles de controlar para el árbitro. ¡Ellos quieren jugar! Pero a veces hay algún jugador con mucho ego o que cree estar por arriba del resto, y eso puede hacer que el desarrollo del partido se complique. Sólo se necesita que haya uno. Observe cualquier situación en la cual el jugador pueda estar provocando a un rival. Pídale al entrenador que hable con el jugador. Si lo continúa haciendo, penalice apropiadamente al jugador. Si el jugador quiere seguir jugando, la actitud del jugador es lo que debe cambiar, no el modo de controlar el juego del árbitro.
miércoles, 22 de julio de 2009
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