El básquetbol moderno es una combinación armoniosa, abarcando una velocidad fulgurante en las acciones, unas cualidades atléticas excelentes y una técnica depurada. Es lógico que el desarrollo del juego esté estrechamente vinculado al arbitraje, pues son precisamente los árbitros quienes hacen posible la aplicación del espíritu del básquetbol actual en las canchas de juego. En consecuencia, cuando se habla del básquetbol moderno es preciso evocar el término de arbitraje moderno. Algunos especialistas competentes opinan, equivocadamente que el arbitraje moderno representa una categoría de técnicos completamente nueva, que difiere en todo de las leyes y normas del arbitraje clásico. Por el contrario, la diferencia esencial es que determinados elementos constitutivos del arbitraje que antes tenían un carácter menos transcendentes y fundamentales, hoy han adquirido una importancia primordial. Existen asimismo algunas facetas más modernas en determinadas técnicas del juego que deben ser observadas por los árbitros para llegar a tomar una decisión lógica y adecuada. Intentaremos a continuación, esquematizar los más importantes de estos nuevos conceptos y exigencias.
CONDICIÓN FISICA DE LOS ARBITROS: la dinámica del juego y las cualidades atléticas de los jugadores son las causas principales de la acrecentada potencia del básquetbol moderno. La rapidez de las acciones y la participación en las mismas de variaos jugadores acarrean, a menudo, unas faltas en cadena que se suceden a veces, con una diferencia de una fracción de un segundo. Para sancionar la primera de estas faltas, es necesario que el silbato del árbitro sea instantáneo. Pero para seguir lo más cerca posible, el árbitro también tiene que correr velozmente y, en algunos casos, debería incluso hacerlo con más rapidez que los propios jugadores; en consecuencia, debe poseer las mismas cualidades físicas y la misma resistencia. Una insuficiente movilidad provoca, a menudo, incluso en los árbitros veteranos, unas decisiones basadas en la presunción. Frecuentemente presenciamos casos en los que una sanción impuesta por el árbitro, incluso muy justa, pero señalada desde lejos del sitio donde se produjo, acarrea unas protestas espontáneas de parte de jugadores y espectadores. Una distracción, incluso momentánea, de la atención, puede repercutir de modo negativo en el resultado final. La capacidad de concentración disminuye considerablemente desde el momento de la aparición de los primeros síntomas de cansancio físico. Es entonces cuando las omisiones y las decisiones erróneas se hacen más frecuentemente. Lo mismo acontece para con los reflejos condicionados del árbitro. El desarrollo de este proceso puede ser considerablemente frenado por determinados factores que, incluso, pueden interrumpir la continuidad de sus fases consecutivas. Entre estos factores, mencionaremos:
1) el cansancio físico
2) una discusión con un jugador, entrenador, etc.
3) una sobreexcitación nerviosa provocada por los gritos de un público desencadenado y vociferante.
4) una comida copiosa o cierta cantidad de alcohol consumidas antes del juego.
5) un sueño profundo interrumpido muy poco tiempo antes del comienzo del partido.
6) problemas personales de diferente índole, etc.
En consecuencia un árbitro cansado se percata de una determinada falta cometida por un jugador, pero hasta el momento en que la contracción de sus músculos da paso al silbido, una nueva falta acaece, etc. A menudo presenciamos encuentros en los que los árbitros, cansados y jadeantes, se ven rebasados por el ritmo del juego dinámico. Por lo tanto tendremos un arbitraje desigual, al comienzo preciso y estricto; pasivo y vacilante hacia el final; precisamente en los momentos decisivos, cuando una o dos omisiones consecutivas hacen que el básquetbol degenere en rugby y pueden resultar fatídicas para el resultado final.
Incluso el mejor árbitro no está en condiciones de responder a las exigencias del básquetbol actual si quiere arbitrar sin una preparación física sistemática. Si insistimos tanto en la preparación física, es porque es la base fundamental de todos los demás elementos que componen la estructura de un buen arbitraje. El ritmo y las antiguas reglas permitían a árbitros dirigir el juego, durante largos períodos desde una posición estática. Podemos citar como ejemplo clásico la final de los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952 entre Estados Unidos y La Unión soviética, cuando transcurrieron más de 12 minutos sin que se produjera ninguna acción ofensiva ni defensiva de parte de ninguno de los dos equipos. El árbitro debe hacer precalentamiento durante 10 a 15 minutos antes del partido pues ello le permitirá comenzar el encuentro bien preparado para los futuros esfuerzos y mantener el ritmo ideal.
CONDICIÓN FISICA DE LOS ARBITROS: la dinámica del juego y las cualidades atléticas de los jugadores son las causas principales de la acrecentada potencia del básquetbol moderno. La rapidez de las acciones y la participación en las mismas de variaos jugadores acarrean, a menudo, unas faltas en cadena que se suceden a veces, con una diferencia de una fracción de un segundo. Para sancionar la primera de estas faltas, es necesario que el silbato del árbitro sea instantáneo. Pero para seguir lo más cerca posible, el árbitro también tiene que correr velozmente y, en algunos casos, debería incluso hacerlo con más rapidez que los propios jugadores; en consecuencia, debe poseer las mismas cualidades físicas y la misma resistencia. Una insuficiente movilidad provoca, a menudo, incluso en los árbitros veteranos, unas decisiones basadas en la presunción. Frecuentemente presenciamos casos en los que una sanción impuesta por el árbitro, incluso muy justa, pero señalada desde lejos del sitio donde se produjo, acarrea unas protestas espontáneas de parte de jugadores y espectadores. Una distracción, incluso momentánea, de la atención, puede repercutir de modo negativo en el resultado final. La capacidad de concentración disminuye considerablemente desde el momento de la aparición de los primeros síntomas de cansancio físico. Es entonces cuando las omisiones y las decisiones erróneas se hacen más frecuentemente. Lo mismo acontece para con los reflejos condicionados del árbitro. El desarrollo de este proceso puede ser considerablemente frenado por determinados factores que, incluso, pueden interrumpir la continuidad de sus fases consecutivas. Entre estos factores, mencionaremos:
1) el cansancio físico
2) una discusión con un jugador, entrenador, etc.
3) una sobreexcitación nerviosa provocada por los gritos de un público desencadenado y vociferante.
4) una comida copiosa o cierta cantidad de alcohol consumidas antes del juego.
5) un sueño profundo interrumpido muy poco tiempo antes del comienzo del partido.
6) problemas personales de diferente índole, etc.
En consecuencia un árbitro cansado se percata de una determinada falta cometida por un jugador, pero hasta el momento en que la contracción de sus músculos da paso al silbido, una nueva falta acaece, etc. A menudo presenciamos encuentros en los que los árbitros, cansados y jadeantes, se ven rebasados por el ritmo del juego dinámico. Por lo tanto tendremos un arbitraje desigual, al comienzo preciso y estricto; pasivo y vacilante hacia el final; precisamente en los momentos decisivos, cuando una o dos omisiones consecutivas hacen que el básquetbol degenere en rugby y pueden resultar fatídicas para el resultado final.
Incluso el mejor árbitro no está en condiciones de responder a las exigencias del básquetbol actual si quiere arbitrar sin una preparación física sistemática. Si insistimos tanto en la preparación física, es porque es la base fundamental de todos los demás elementos que componen la estructura de un buen arbitraje. El ritmo y las antiguas reglas permitían a árbitros dirigir el juego, durante largos períodos desde una posición estática. Podemos citar como ejemplo clásico la final de los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952 entre Estados Unidos y La Unión soviética, cuando transcurrieron más de 12 minutos sin que se produjera ninguna acción ofensiva ni defensiva de parte de ninguno de los dos equipos. El árbitro debe hacer precalentamiento durante 10 a 15 minutos antes del partido pues ello le permitirá comenzar el encuentro bien preparado para los futuros esfuerzos y mantener el ritmo ideal.
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